La ultima y nos vamos

Buscas leer? estas en el lugar indicado, aunque lo mío, lo mío, es corretear el bolillo

viernes, 18 de marzo de 2011

Una historia inusual

Esto lo escribí hace como 10 años tal  vez, espero terminarlo un día.

Era aún de madrugada cuando Josué y yo lo vimos caer desde el cielo, parecía que una estrella había decidido abandonar el firmamento, para caer en un lote baldío a dos calles de su departamento, que esa, como otras madrugadas había sido también mío.


Teníamos ganas de ir a ver, pero la escuela y posteriormente el trabajo llamaban a mi responsabilidad, así que me fui, dejando a mi compañero solo, para investigar algo que después yo también conocería.

Habían pasado dos horas desde entonces cuando Josué llamó a mi celular pidiéndome que viniera rápido. Conociendo el antecedente de la diabetes de aquel hombre, me apresuré a salir pensando en una emergencia. Cuál sería mi sorpresa al llegar y ver a un hombre dormido en el sillón y a mi novio velándolo en silencio.

Josué se acercó a mí con una sonrisa extraña y me preguntó si creía en los milagros, ante mi muda incredulidad se apresuró a contestar que hoy conocería uno.

Debo admitir que su mirada me asustó, no comprendía el porqué de su fascinación con aquel hombre, pero estaba dispuesta a averiguarlo.

El visitante al darse cuenta de mi presencia pareció inquietarse y cubriéndose con una cobija se puso de pie sin dejar de mirarme y sonriendo de manera extraña se despojó de esta y se puso de espaldas, grandes alas blancas salían de su tersa piel azulada y ligeras plumas de sus alas. No salieron palabras de mi boca, estaba asombrada y solo pude sentarme en una silla mientras seguía mirando al hombre alado y el mito se convertía en realidad.

Mi compañero me animó a tocarlo y yo sorprendida lo miré como si no lo conociera ¿Cómo podía estar tan tranquilo cuando un “ángel” habitaba en su casa? Viendo mí asombro y que no había pronunciado palabra me dijo –yo también me asusté al principio, pero si lo miras bien te darás cuenta de que es muy similar a nosotros-. Por un lado tenía razón, así que traté de tranquilizarme, me puse de pie y me aproximé al hombre alado, que para ese entonces ya estaba de frente y me miraba fijamente, tomó mi mano y la puso en su cara al mismo tiempo que ponía su mano en la mía, no sé porque, pero me pareció escuchar una voz, -quédate conmigo- me decía. -¿Qué dijo? Pregunte mirando a Josué, -nada, yo no escuche nada- dijo extrañado, -es que me pareció… - dije insegura, después de pensarlo le hice una pregunta directa al alado, -tú, ¿tienes nombre?- , él se señaló y solo dijo una sílaba –Set-, aquel ángel que solo imaginábamos en oraciones, leyendas y alguna que otra droga psicotrópica, tenía nombre y así lo llamamos hasta hoy.