La ultima y nos vamos

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domingo, 21 de agosto de 2011

Cobarde

Hacia doce horas que caminaba solo y ya le parecía una eternidad. Ellos, sus amigos, habían sido derrotados por el cansancio, la enfermedad y el tiempo, y todo parecía indicar que no faltaba mucho para que el pasara por lo mismo. Podía sentir una especie de ardor en cada pisada que daba, acompañado de una especie de resbalón acuoso. Dio dos pasos y pensó: sangre. Prefirió no voltear hacia abajo y reanudó el paso. Sabía que no faltaba mucho para llegar a aquel oasis.


Aquel oasis que sus amigos y el tanto habían buscado desde que se estrelló el avión. Habían pasado ya dos meses desde entonces y de los siete que habían partido ya solo quedaba el, solo, vagando por las inmensas dunas, y esperando sin esperar que la muerte viniera por el como con los demás. Pensando en la inmensidad se dio cuenta de que no era la soledad lo que le molestaba, no era el sol que había quebrado sus labios y quemado su piel hasta el extremo, ni siquiera era el hecho de que llevaba dos días sin tomar agua. Era solo que se sentía un cobarde por haber dejado a su amigo herido en el avión, desprotegido. Y lo peor era que le prometió volver, a pesar de que, sabía que no lo haría. Y eso era algo que más que pesarle el cuerpo, le pesaba el alma. Es por eso que a pesar de que caminaba no esperaba nada mas que la muerte, lenta, oscura y dolorosa, digna de un cobarde como el. Harto de caminar, se sienta en una piedra a esperar, cierra los ojos y siente una brisa que lo libra ligeramente del calor. Mira a su derecha y le parece ver algo…

No puede evitarlo, las lágrimas corren por sus mejillas, sabe que puede ser otro espejismo, de esos que él y sus amigos pasaron viendo casi dos meses, cierra los ojos, respira profundo y se prepara para que sus ojos sean engañados otra vez. Pero no, dos pequeñas palmeras aún siguen ahí.

No sabe de dónde ha tomado fuerzas, pero corre, no le importa el dolor que hay en sus pies, ni el ardor de las lágrimas sobre su cara quebrada por el sol, debe de haber agua ahí, entre esas rocas y palmeras.

Hay agua, está feliz, ha olvidado todo su cansancio, piensa que aún hay esperanza para el. Se hinca delicadamente, mete sus manos, se estremece y moja su cara, sabe que es verdad, bebe, bebe como nunca en su vida lo ha hecho, está satisfecho.

Tumbado a la sombra de la palmera su mente vaga y reflexiona, recuerda a su amigo y la promesa que le hizo de volver, nunca había roto una promesa… hasta ahora. Se justifica pensando que probablemente ya no debía de estar vivo, por la herida, era muy grave. Además le había dejado la última ración de agua y un espejo de cara al sol, su última esperanza. No, debía sentirse culpable, finalmente se acepta a sí mismo, era un cobarde y no buscaría a su amigo, si es un cobarde, pero un cobarde vivo y con agua.

Cierra sus ojos y se dispone a dormir.

Los encabezados en los periódicos el día de hoy son los mismos, la noticia es increíble:

Se ha encontrado el avión que desapareció hace ya dos meses con siete personas a bordo, desgraciadamente solo hubo un sobreviviente, el cual fue inmediatamente operado de emergencia por una herida no tratada. Se reporta estable.

El sobreviviente ha declarado que los demás fueron enfermando y muriendo en la búsqueda de alimento y agua, hasta que solo quedaron él y su mejor amigo, una persona que él dice “fue un hombre valiente” y que gracias al espejo que colocó fue posible que lo encontraran por los destellos de luz que reflejaba.

Desafortunadamente aquel “hombre valiente” no logró sobrevivir, se menciona que salió como los demás a buscar agua y alimento, tenían la esperanza de encontrar un oasis, pero solo halló la muerte. Su cuerpo fue encontrado veinte kilómetros al norte, al parecer fue víctima del calor, el cansancio y la sed, se quedó dormido.

Los nómadas del desierto han mencionado alguna vez que las condiciones son extremas y que es muy fácil perder la razón si no se conoce el lugar, pues a la falta de agua y alimento, en comparación con el calor extremo provocan alucinaciones muy vívidas.

El único sobreviviente, el cual ha preferido el anonimato por lo doloroso de la situación ha declarado que le rogó a su amigo que se quedara, pero no quiso y decidió arriesgarse por el bien de los dos. Está seguro de que si hubiera encontrado un oasis habría regresado por el.