Sucio, muy sucio. Había caminado hasta donde sus pies lo habían permitido, entre espinas, entre lodo, pero no había salvación, su alma aún era de hielo y amenazaba con invadir varios órganos, los pulmones, el hígado, corazón y cerebro, estos serían los últimos que harían que su vida terminase con insoportable dolor. Pero el dolor, -jaja- el dolor no le importaba, hacía ya mucho tiempo que el dolor era parte de su vida cotidiana, al despertar y al dormir, ya no sabía específicamente que era lo que le dolía, solo sabía que tenía dolor y la costumbre le había hecho no adaptarse, sino aceptarlo, solo así podía seguir viviendo.
Respiró lenta y profundamente, lejos de la resignación se sienta en el suelo para pensar. Se mira sus muñecas, hay muchas cicatrices en ellas, -intentos fallidos de llegar al paraíso- diría el, y a cada intento casi sentía que lo lograba, pero algo pasaba, extrañamente alguien quería que siguiera con el sufrimiento terrenal, malo para el, pero algún día conseguiría burlarlo y se liberará y entonces no mas dolor, no mas cárcel, no mas muerte, ni vida.
De pronto una imagen llegó a su mente, si, ya estaba todo resuelto, volaría, no había pierde ni retorno, por fin se liberaría, esbozó una sonrisa y se acostó en el suelo, a dormitar y dormitar y dormir… y morir, de cansancio. La vida le daba la espalda y la muerte la bienvenida, finalmente el alma se había calentado, no más hielo, el alma caliente, inmensa, derretida descansa, se condensa, da la vuelta, hace presión y se escapa como el aire, rápida como el viento, para caer finalmente en otro cuerpo, uno tierno, nuevo e inocente, aún no define el dolor y pasará mucho tiempo antes de que lo sepa de verdad, que suerte, la muerte me llama y la vida me arrebata, tal vez alguna vez me guste todo este proceso, mientras “muero porque no muero”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario