La ultima y nos vamos

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miércoles, 14 de julio de 2010

La travesía

Este es un cuento largo que empece hace una semana mas o menos y espero no parezca muy largo este es parte del primer capítulo titulado el camino

El camino
 Apenas y lo recuerdo, el pecho me había estado molestando toda la mañana, era sábado y el desayuno materno había hecho mella en mi estomago, a mis treinta años pensé que solo era una indigestión por los condimentos y lo cargado de los manjares matutinos, pero no, debí haberlo imaginado, tal vez aun estaría entre los demás, o tal vez como dicen los viejos, ya era mi hora.

Me desplome, el dolor era insoportable, y, recuerdo la ambulancia, el hospital… y luego yo. Me vi a mi mismo tendido en la sala de operaciones con el pecho abierto, pero ya no era yo, era solo un cuerpo inerte, una masa plástica y sangrienta que parecía nunca haber tenido vida, luego todo se hizo borroso y oscuro, creí que me desmayaba, entonces… solo entonces fue cuando la travesía comenzó.

Abrí los ojos y el cielo tenía un azul celeste, un color que solo recordaba en los días felices de mi niñez, aspire fuerte, mi cuerpo no tenía dolor, me pensé muerto y sonreí, pero no sabía dónde estaba y no había nadie cerca, mis pobres estudios religiosos sobre el cielo y el infierno no se parecían en nada a esto, a estas horas debía estar a las brasas con un ser con cuernos y cola puntiaguda picándome las nalgas o cantando con unas alas blancas entre muchos como yo para siempre, pero no. Estaba en una zona desértica con arena bajo mis pies.

Y hubo fuego, una columna bajó del cielo, era tan intenso que cerré los ojos, cuando el fuego se disipó había un hombre de tez morena y cabello corto, la piel reluciente y facciones hermosas, al verme sonrió, besó mi mejilla y me abrazó, la tranquilidad de su mirada y la fuerza de su abrazo me hicieron abrazar al desconocido también, una sensación extraña me invadió, era como felicidad, paz, aún ahora no sabría decirlo con exactitud.

-He venido aquí para guiar tu camino- me dijo mientras sonreía ante mi incredulidad, por mi mente pasaron preguntas como su nombre, que hacía aquí o que tenía que hacer, si esto era el cielo o peor aún, pero el soltó una carcajada estruendosa, aún sigo pensando que leyó mi mente.

-De mi solo necesitas saber que he estado aquí desde hace mucho tiempo esperándolos a cada uno de ustedes- dijo, y todavía con una pequeña risa me dijo que esto era como una zona neutral, ni cielo ni infierno, y que al lugar donde fuera debía decidirlo yo, ya que mis decisiones estarían basadas en la vida que tuve. – Quiero ir al cielo- le dije apresuradamente y el rió, demasiado para mi gusto – jajaja todos quieren ir- me dijo aún riéndose, - pero a su tiempo llegarás al lugar indicado- y se agachó y comenzó a escarbar en la arena hasta que sacó un pequeño baúl, lo abrió y saco ropa y me la dio, pues yo estaba desnudo, al ponérmela me pareció familiar, y me di cuenta que era mi ropa, una mezclilla, una playera y unos tenis que en un tiempo de mi adolescencia eran mis favoritas, me dio un pan y una cantimplora y dijo que mi travesía comenzaría ahora.

-Camina siempre de espaldas al sol, y encontraras un lugar que sea para ti, en el trayecto veras personas, animales y lugares, pero debes terminar tu viaje como lo empezaste, llevarte cosas solo te demorará mas, tienes tres días para completar tu travesía y encontrar un lugar para ti, ya sea el cielo o el infierno, si en tres días no lo has hecho, vagarás mucho tiempo para volver a encontrar tu camino otra vez. El tiempo terminará cuando el sol se oculte en el tercer día- me dijo.

En ese momento a lo lejos se vio una silueta pequeña que venía hacia nosotros, era rápida y un temor de lo desconocido me invadió, pero el no se veía asustado, así que traté de controlarme, entonces lo reconocí y salto hacia mi tirándome al suelo, era Canelo, mi perro de la niñez.

-Un labrador hermoso- le dije a el mientras acariciaba a canelo, -pero… ¿porqué esta aquí?- le dije con sorpresa.

–Cuando eras niño un día le dijiste a Canelo que podrías pasar por todo si él iba contigo, pues este perro en su pequeño trozo de alma ha decidido dejar el descanso que le toca para acompañarte por el amor que te tiene, estará contigo a donde vayas- me dijo mientras abrazaba a mi perro muerto hace quince años. –Deseo de corazón que encuentres la felicidad y el lugar que buscas para la eternidad- me dijo, y haciendo una reverencia se desvaneció en el aire.

Bueno, pensé para mis adentros dijo que siempre caminar de espaldas al sol. Y mientras me ponía en marcha venían a mi mente los porqués, Si estaba muerto, que tenía que estar haciendo aquí, porqué aún tengo cosas materiales conmigo, pero sobre todo, porque carajos es tan complicado todo esto, no me podían mandar al infierno o al cielo de una vez por todas, pero bueno, caminaré hasta llegar a donde sea.

Caminando… y caminando, me encuentro cansado, mis pies me duelen, los labios quebrados por el calor, sol, no lo sé, pero, ¿qué es eso? Parece una casa, me parece familiar, y creo que, si, es mi casa, renuevo mis fuerzas y corro hacia allá.

La puerta está abierta, todo está igual que la última vez, puede ser que… este sea mi lugar, me siento en el sofá y trato de poner en orden mi cabeza, ¿sería posible que no estuviera muerto?, o tal vez sea un sueño, sonrío y voy a la cocina, tanto pensar me dio mucha hambre, y en el paso encuentro abierta la puerta del jardín y hay una mujer llorando, mi mujer. Y ahí, parado frente a la puerta la observo, jamás nos casamos, porque yo no quise, y ella lo aceptó, en tres años de vivir juntos no tuvimos hijos porque me aterraba y ella esperó, y esperó hasta que ahora no es posible, siento algo al verla llorando, es tanto su dolor que me vuelvo a preguntar qué está pasando, ¿seré yo capaz de causar un dolor así? Salgo al jardín y le pregunto porque llora, ella me mira y vuelve a sollozar

–Estás muerto- me dice entre lágrimas

-pero estoy aquí

- pero no eres tú, no como yo te conocí, eres joven, y está mal, porque de seguro estoy soñando y cuando abra los ojos no estarás más

Entonces algo me golpeó y tuve muchas ganas de correr a ver mi reflejo, en un espejo, donde fuera, pero ella seguía llorando y comprendí que tenía que arreglar algo aquí, solo estaba de paso y aunque quisiera no podría quedarme, me senté junto a ella y la abracé, por última vez logré sentir su pelo en mi cara, el olor y su calor entre sus lágrimas, era hermosa aún en los momentos más difíciles, tonto de mi, pensé, y me reproche por no hacer las cosas mejor con ella, pero era tarde y de nada me sirven mis estúpidos reproches, ¡Dios mío! ¿Por qué tengo que pasar por esto? Y la seguí abrazando hasta que dejó de llorar, no sé cuánto tiempo, pero la eternidad sería poco para seguir así, luego me hinque frente a ella y le explique.

-Amor, he caminado mucho, me duelen los pies y estoy cansado, pero apenas vi la casa y corrí hacia ella, no sé qué es lo que hace que tú y yo podamos vernos en este momento ni si sea real lo que pasa ahora, pero quiero que sepas que fuiste lo mejor que me pasó en la vida, mi complemento perfecto y el amor en mi buena o mala vida, cometí muchos errores junto a ti y retrase muchas cosas por miedos tontos, pero no hubiera querido hacerlas con otra persona más que contigo, tu eres mi mayor acierto y si esto en verdad está pasando y no estaré ya mas contigo quiero que sepas que te amo y que quiero que sigas viviendo, que conozcas más gente y que cumplas todos los sueños que yo no quise darte, y algún día, en algún tiempo puede ser nos volvamos a ver.

Ella me miró y por última vez admiré sus ojos café oscuro y me besó –te amo- fue lo único que escuché al cerrar los ojos, sentí como salían lagrimas de mis ojos, pero al abrirlos ya no estaba.

En algún lugar de la tierra una mujer despierta de su sueño

Levantándome entre en la casa a buscarla, pero ya todo era diferente, la casa estaba ahí, pero ya no era habitable, era como si hubieran pasado muchos años, la pintura descascarándose de las paredes, los muebles rotos y llenos de telarañas, salí de ahí y en la entrada miré por última vez la casa que habité en vida y que no pude habitar en la muerte. Canelo y yo seguimos nuestro viaje.

Despidiéndome de ella se me había pasado todo el día, y ahora ya empezaba a anochecer, ya no tenía un sol al cual darle la espalda para seguir caminando, sin embargo y aunque no tenía idea de adónde iba me sentí retrasado, así que resolví caminar unas cuantas horas en la noche y luego hacernos un lugar para dormir, por lo que me tracé una ruta antes de que se metiera el sol y caminé. Llevaba ya un tiempo avanzando cuando escuche un ruido, como de motor, se iba acercando y canelo se inquieto mucho, así que nos ocultamos entre la arena a esperar, estaba caliente aún, pero no me importó, era mejor estar alerta, luego pasó…

Un camión de carga viejísimo era el que venía y sobre el dos personas de muy mal aspecto, flacos, la piel en jirones a veces con sangre fresca otras ya seca, pero al mirarles la cabeza me di cuenta que si habían sido humanos alguna vez, poco quedaba ya de ello, pues les faltaba ya parte de esta, sin ojos, se les notaban las cuencas del cráneo, asumí que se guiaban por el olfato, si es que aun existía en esta tierra de locos, se ayudaban los dos con una especie de báculo de metal, que brillaba en la oscuridad. En la parte de atrás del camión había personas las cuales no pude percibir bien, pero creo que eran personas obesas, y estos dos desgraciados los golpeaban mucho y se reían de ellos, todavía atrás del camión había personas sujetas a este, amarradas por las manos o por lo pies, de vez en cuando el camión aceleraba y todos caían, se les veía muy lastimados, algunos de ellos se golpeaban entre si y a ellos mismos, al ver esto traté de ocultarme más en la arena y el camión pasó frente a mi sin ninguna novedad, pero unos metros más adelante se detuvo.

Uno de los dos que venían arriba del camión pegó al techo y el camión se detuvo, haciendo una reverencia hacia donde yo estaba gritó -Somos viajeros en esta tierra de nadie, sabemos que estas aquí y vamos dando la espalda al sol como todos, si gustas forastero podemos llevarte, que no te asuste nuestro aspecto, aquí siempre hay lugar para uno más-

Al escuchar esto me asusté mucho y traté de tranquilizar a canelo y de no moverme , pero uno de ellos dijo –búsquenlo- y en ese momento bajaron dos personas de la cabina del conductor muy similares a los de arriba, solo que estos si tenían ojos, pero ninguno de los dos tenía ya la mandíbula, así que no hablaban, solo se limitaban a obedecer, se tornaron en cuatro extremidades y olfatearon el terreno, cada vez más cerca, hasta que… dieron conmigo.

Me puse de pie mientras me tomaban del brazo, canelo se puso muy agresivo y ladraba y trataba de morder a las criaturas que se le acercaban, me sorprendió nunca lo había visto así.

-Tranquiliza a tu animal o tendremos que matarlo- me gritaron desde el camión, y como pude lo calme y lo pegué a mi pierna, le dije que no se despegara de mi y eso lo tranquilizó un poco, pero estaba alerta.


El Camión
No sabía si lo que me habían dicho era una invitación o una amenaza, todos esperaban mi respuesta. Miré hacia el camión y observé. Todos los que iban en el camión eran personas obesas, unas más que otras, iban desnudas y me pareció ver que comían algo.

Después volví la mirada a los que estaban atados al camión y me acerqué, pero ellos no parecieron notarlo. Creo que ya llevaban mucho tiempo ahí, pues la ropa que traía ya estaba muy rasgada, algunos estaban desnudos o solo traían zapatos, su piel tenía un tono gris y se quejaban mucho y algunos se golpeaban.

Me atreví a preguntar:
- ¿Por qué están estas personas aquí?, ¿Qué han hecho para que se les trate así?
La persona que estaba sobre el camión y que me hizo la invitación contestó:
- No pienses que los obligamos forastero, estas personas pueden irse cuando lo deseen, todos están aquí por gusto. Mira sus cadenas.

Siguiendo hasta el final de sus cadenas me di cuenta, sus cadenas no tenían candado, solo estaban atoradas a un gancho en el camión. Eso me sorprendió, instintivamente me lance a soltar varias cadenas de aquel gancho - son libres, váyanse – les grité, pero ellos no hicieron caso, los empuje para que se dispersaran, pero ellos empezaron a empujarse unos a otros y a golpearse hasta que quedaron todos tirados en la arena.
Los hombres del camión se reían y me llamaban “héroe”

Poco a poco las personas arrastradas por el camión empezaron a levantarse y a colocar sus cadenas en el gancho otra vez. En ese momento la reconocí, Mariana estaba ahí, y como un relámpago recordé mi vida junto a ella.

Mariana había sido mi amiga desde la preparatoria, éramos muy unidos, pero tenía siempre una sombra de tristeza que la acompañaba. Con todo y eso pasamos los mejores años juntos, pero llegó la universidad y poco a poco me fui separando de ella. Yo hice una ingeniería y ella se dedicó a las artes plásticas, obteniendo muchos meritos por ello.

Fuimos frecuentándonos cada vez menos, un día me dijo que había encontrado el fin a sus tristezas, y con pesar vi sus brazos con cicatrices, pero no dije nada. Esa fue la última vez que la vi, meses después me enteré que había muerto por una sobredosis de heroína.

Me sorprendí al verla y le grité, pero ella no escuchaba, acercándome la tome del brazo, ella me miró y regresó con el grupo. Quite su cadena y la llevé conmigo, pero no hizo nada.
- Forastero, ¿Qué haces? ¿No sabes que ella es de mi propiedad?, Es mía – me dijo el hombre del báculo
- Es una persona, ¿Cómo puede ser tuya? – le dije indignado.
- Ella eligió
- Pues yo quiero llevármela – respondí furioso.
- Tendrás que darme algo a cambio

Ya estaba algo asustado y sabía que me pediría algo indispensable, así que suspire y pregunté
- ¿Qué deseas?
- Tu vida por la de ella

Me quedé callado, si decía que si, probablemente me quedaría ahí para siempre, y la miré, ¿realmente valía la pena hacerlo? Me acerque a ella y la tomé de la cara para que me mirara, besé su mejilla lentamente y ella me miró, sus ojos grises volvieron a tomar el color marrón de cuando vivía y su piel la misma de antes. Pareció reconocerme, una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios por un minuto, después otra vez sus ojos y piel gris y la mirada perdida.

Es ella, pensé, no sabía que hacer, tenía miedo y el dueño del camión me apresuraba diciendo – se nos va la noche forastero, únete a nosotros de una vez –
- Un momento – le dije

Hice un recuento de nuestras vidas y recordé que yo era el mejor amigo de Mariana, lo fui desde que nos conocimos, pero cuando me mostró su adicción yo callé y no dije nada. Como su amigo debí haberla ayudado, debí darle mi opinión, decirle que estaba mal y que debía buscar ayuda, pero no lo hice y me limité a ignorar sus llamados y evitar sus visitas. Tal vez quería ayuda, un consejo, o yo que sé. Simplemente no hice nada, me asusté como siempre lo hago cuando la cosa se pone difícil. Soy un idiota. Se la debo.

Abracé muy fuerte a Canelo y le dije – amigo, yo te libero de seguirme, tengo miedo pero lo haré, que tu pequeña alma descanse donde debe estar - Canelo me miró y amoroso me lamió la cara, pero no se fue, solo se alejó un poco como si observara lo que iba a ocurrir.

- Esta bien, mi vida por la de ella – le dije al jefe del camión
- ¿Y si ella decide volver con nosotros después?
- Esa sería su decisión, la de hoy, se la debo

Las cadenas y grilletes de Mariana se deshicieron como si fueran de arena. Y mientras colocaban en mí otros nuevos, vi como ella recuperaba el color de sus ojos y su piel, ya no era gris.

Comencé a sentirme aletargado y a caminar detrás del camión. Me invadieron una tristeza y una culpa infinitas, los peores momentos de mi vida pasaban una y otra vez, me sentí muy mal.
Con ganas de morir, no valía nada ya, lo mejor era que todo acabara de una vez por todas. Me miré las manos, mi piel era gris y mis ojos debían estar igual. ¿Qué me estaba pasando?, ¿Por qué me sentía tan mal?

Tuve deseos de golpearme, pero no lo hice, algo en mi interior era más fuerte que esa inmensa tristeza que me aplastaba, no podía dejarme morir así. Ligeramente me parecía escuchar que me llamaban como si estuvieran muy lejos, después escuché el ladrido de un perro, lejano también. Miré a los demás que caminaban junto a mí, nadie se miraba.

El camión aceleró fuertemente y caímos, escuché risas burlonas – el héroe se cayó – gritaban. Tanto lo hacían que empezaba a resignarme a las burlas, sentí que me golpeaban y me invadió la cólera, pero algo en mi interior me decía que no lo hiciera, que no me desquitara con estos desgraciados, que tratara de pensar, seguía escuchando que me llamaban.

Seguimos caminando toda la noche, me sentía muy cansado, vi el cielo y el sol estaba saliendo, fue cuando paramos. Acabábamos de sentarnos, cuando un hombre de los que iba conmigo se puso de pie, sacó su cadena del gancho al que estaba agarrado, se deshizo de lo que le quedaba de ropa y llorando subió al camión con los obesos. Estos al verlo, le tomaron, y como si fueran animales empezaron a morderlo y a comer su carne al tiempo que gritaba y lloraba.
Los dueños del camión reían.
El hombre del báculo bajó por el camión golpeando a todos y se acercó a mí, me tentaba.
- ¿Viste lo que acaba de pasar?
- Sí
- ¿No preferirías hacerlo tú también?
- No
- Vamos, se acabarían tus sufrimientos y todas las penas que te embargan, solo tienes que subir con ellos y olvidarte de todo.

Me sentía tan mal que lo pensé, era una opción, pero ¿qué pasaría después? Se supone que estoy muerto. Además tenía la corazonada de que no debía de hacer caso a ese hombre. Tenía que resistir.

Sentado en la arena volví a escuchar la voz, era más fuerte y los ladridos se acercaban. El hombre seguía hablando, pero yo solo me concentraba en la voz. Sentí algo dentro de mi, como un rayo, y la vi. Era Mariana que me llamaba, estaba con canelo, nos habían alcanzado y venían por mi, pero yo no sabía si quería irme, tenía miedo de ser libre ¿Qué haría después?, ¿Y si no resultaba? Me invadían muchas preguntas y temor.

Ella se hincó junto a mi – tienes que despertar, ven conmigo – me decía, pero yo no sabía que hacer, tenía mucho miedo, - si no te vas, yo me quedaré contigo – me dijo. Y todos rieron.

- Lárgate mujer, no vuelvas – le dijo aquel hombre del camión.
- Es mi amigo y me quedaré con el, no voy a dejarlo – le dijo ella.

Me abrazó, - tienes que salir – me dijo, - todos los miedos que tienes y lo malo se puede superar, confía en mi – y lloraba. La miré, grandes lágrimas salían de sus pequeños ojos marrones. Otra vez sentí esa especie de rayo en el pecho, y por encima de mis temores y rencores, decidí sacar mis cadenas de aquel gancho.

- No, malditos amigos – Dijo el hombre con el báculo.

Cuando me solté del gancho sentí como si me hubieran quitado un peso muy grande de encima, ya no sentía miedo, ni dolor. Lo que no pude hacer en vida, lo hice en la muerte, me había perdonado a mi mismo y aceptado tal como era. Mariana me abrazaba y mis grilletes se deshacían.

El hombre sin ojos volvió a subir a la parte de arriba de camión, iba golpeándolos a todos y maldiciendo, después volteó hacia donde estaba yo y, haciendo una reverencia dijo – has jugado bien forastero, si alguna vez nos volvemos a encontrar, eres bienvenido a caminar con nosotros. Vámonos- gritó, y pegando en el camión con su báculo, arrancó el camión con su gente.

Era libre para seguir mi caminootra vez.