La ultima y nos vamos

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jueves, 6 de octubre de 2011

La travesía (Mariana, nuevo fragmento)

Este es un cuento largo que empece hace una semana mas o menos y espero no parezca muy largo este es parte del primer capítulo titulado El camino


El camino

Apenas y lo recuerdo, el pecho me había estado molestando toda la mañana, era sábado y el desayuno materno había hecho mella en mi estomago, a mis treinta años pensé que solo era una indigestión por los condimentos y lo cargado de los manjares matutinos, pero no, debí haberlo imaginado, tal vez aun estaría entre los demás, o tal vez como dicen los viejos, ya era mi hora.

Me desplome, el dolor era insoportable, y, recuerdo la ambulancia, el hospital… y luego yo. Me vi a mi mismo tendido en la sala de operaciones con el pecho abierto, pero ya no era yo, era solo un cuerpo inerte, una masa plástica y sangrienta que parecía nunca haber tenido vida, luego todo se hizo borroso y oscuro, creí que me desmayaba, entonces… solo entonces fue cuando la travesía comenzó.

Abrí los ojos y el cielo tenía un azul celeste, un color que solo recordaba en los días felices de mi niñez, aspire fuerte, mi cuerpo no tenía dolor, me pensé muerto y sonreí, pero no sabía dónde estaba y no había nadie cerca, mis pobres estudios religiosos sobre el cielo y el infierno no se parecían en nada a esto, a estas horas debía estar a las brasas con un ser con cuernos y cola puntiaguda picándome las nalgas o cantando con unas alas blancas entre muchos como yo para siempre, pero no. Estaba en una zona desértica con arena bajo mis pies.

Y hubo fuego, una columna bajó del cielo, era tan intenso que cerré los ojos, cuando el fuego se disipó había un hombre de tez morena y cabello corto, la piel reluciente y facciones hermosas, al verme sonrió, besó mi mejilla y me abrazó, la tranquilidad de su mirada y la fuerza de su abrazo me hicieron abrazar al desconocido también, una sensación extraña me invadió, era como felicidad, paz, aún ahora no sabría decirlo con exactitud.

-He venido aquí para guiar tu camino- me dijo mientras sonreía ante mi incredulidad, por mi mente pasaron preguntas como su nombre, que hacía aquí o que tenía que hacer, si esto era el cielo o peor aún, pero el soltó una carcajada estruendosa, aún sigo pensando que leyó mi mente.
-De mi solo necesitas saber que he estado aquí desde hace mucho tiempo esperándolos a cada uno de ustedes- dijo, y todavía con una pequeña risa me dijo que esto era como una zona neutral, ni cielo ni infierno, y que al lugar donde fuera debía decidirlo yo, ya que mis decisiones estarían basadas en la vida que tuve. – Quiero ir al cielo- le dije apresuradamente y el rió, demasiado para mi gusto – jajaja todos quieren ir- me dijo aún riéndose, - pero a su tiempo llegarás al lugar indicado- y se agachó y comenzó a escarbar en la arena hasta que sacó un pequeño baúl, lo abrió y saco ropa y me la dio, pues yo estaba desnudo, al ponérmela me pareció familiar, y me di cuenta que era mi ropa, una mezclilla, una playera y unos tenis que en un tiempo de mi adolescencia eran mis favoritas, me dio un pan y una cantimplora y dijo que mi travesía comenzaría ahora.

-Camina siempre de espaldas al sol, y encontraras un lugar que sea para ti, en el trayecto veras personas, animales y lugares, pero debes terminar tu viaje como lo empezaste, llevarte cosas solo te demorará mas, tienes tres días para completar tu travesía y encontrar un lugar para ti, ya sea el cielo o el infierno, si en tres días no lo has hecho, vagarás mucho tiempo para volver a encontrar tu camino otra vez. El tiempo terminará cuando el sol se oculte en el tercer día- me dijo.

En ese momento a lo lejos se vio una silueta pequeña que venía hacia nosotros, era rápida y un temor de lo desconocido me invadió, pero el no se veía asustado, así que traté de controlarme, entonces lo reconocí y salto hacia mi tirándome al suelo, era Canelo, mi perro de la niñez.

-Un labrador hermoso- le dije a el mientras acariciaba a canelo, -pero… ¿porqué esta aquí?- le dije con sorpresa.
–Cuando eras niño un día le dijiste a Canelo que podrías pasar por todo si él iba contigo, pues este perro en su pequeño trozo de alma ha decidido dejar el descanso que le toca para acompañarte por el amor que te tiene, estará contigo a donde vayas- me dijo mientras abrazaba a mi perro muerto hace quince años. –Deseo de corazón que encuentres la felicidad y el lugar que buscas para la eternidad- me dijo, y haciendo una reverencia se desvaneció en el aire.

Bueno, pensé para mis adentros dijo que siempre caminar de espaldas al sol. Y mientras me ponía en marcha venían a mi mente los porqués, Si estaba muerto, que tenía que estar haciendo aquí, porqué aún tengo cosas materiales conmigo, pero sobre todo, porque carajos es tan complicado todo esto, no me podían mandar al infierno o al cielo de una vez por todas, pero bueno, caminaré hasta llegar a donde sea.

Caminando… y caminando, me encuentro cansado, mis pies me duelen, los labios quebrados por el calor, sol, no lo sé, pero, ¿qué es eso? Parece una casa, me parece familiar, y creo que, si, es mi casa, renuevo mis fuerzas y corro hacia allá.

La puerta está abierta, todo está igual que la última vez, puede ser que… este sea mi lugar, me siento en el sofá y trato de poner en orden mi cabeza, ¿sería posible que no estuviera muerto?, o tal vez sea un sueño, sonrío y voy a la cocina, tanto pensar me dio mucha hambre, y en el paso encuentro abierta la puerta del jardín y hay una mujer llorando, mi mujer. Y ahí, parado frente a la puerta la observo, jamás nos casamos, porque yo no quise, y ella lo aceptó, en tres años de vivir juntos no tuvimos hijos porque me aterraba y ella esperó, y esperó hasta que ahora no es posible, siento algo al verla llorando, es tanto su dolor que me vuelvo a preguntar qué está pasando, ¿seré yo capaz de causar un dolor así? Salgo al jardín y le pregunto porque llora, ella me mira y vuelve a sollozar

–Estás muerto- me dice entre lágrimas
-pero estoy aquí
- pero no eres tú, no como yo te conocí, eres joven, y está mal, porque de seguro estoy soñando y cuando abra los ojos no estarás más

Entonces algo me golpeó y tuve muchas ganas de correr a ver mi reflejo, en un espejo, donde fuera, pero ella seguía llorando y comprendí que tenía que arreglar algo aquí, solo estaba de paso y aunque quisiera no podría quedarme, me senté junto a ella y la abracé, por última vez logré sentir su pelo en mi cara, el olor y su calor entre sus lágrimas, era hermosa aún en los momentos más difíciles, tonto de mi, pensé, y me reproche por no hacer las cosas mejor con ella, pero era tarde y de nada me sirven mis estúpidos reproches, ¡Dios mío! ¿Por qué tengo que pasar por esto? Y la seguí abrazando hasta que dejó de llorar, no sé cuánto tiempo, pero la eternidad sería poco para seguir así, luego me hinque frente a ella y le explique.

-Amor, he caminado mucho, me duelen los pies y estoy cansado, pero apenas vi la casa y corrí hacia ella, no sé qué es lo que hace que tú y yo podamos vernos en este momento ni si sea real lo que pasa ahora, pero quiero que sepas que fuiste lo mejor que me pasó en la vida, mi complemento perfecto y el amor en mi buena o mala vida, cometí muchos errores junto a ti y retrase muchas cosas por miedos tontos, pero no hubiera querido hacerlas con otra persona más que contigo, tu eres mi mayor acierto y si esto en verdad está pasando y no estaré ya mas contigo quiero que sepas que te amo y que quiero que sigas viviendo, que conozcas más gente y que cumplas todos los sueños que yo no quise darte, y algún día, en algún tiempo puede ser nos volvamos a ver.

Ella me miró y por última vez admiré sus ojos café oscuro y me besó –te amo- fue lo único que escuché al cerrar los ojos, sentí como salían lagrimas de mis ojos, pero al abrirlos ya no estaba.
En algún lugar de la tierra una mujer despierta de su sueño

Levantándome entre en la casa a buscarla, pero ya todo era diferente, la casa estaba ahí, pero ya no era habitable, era como si hubieran pasado muchos años, la pintura descascarándose de las paredes, los muebles rotos y llenos de telarañas, salí de ahí y en la entrada miré por última vez la casa que habité en vida y que no pude habitar en la muerte. Canelo y yo seguimos nuestro viaje.

Despidiéndome de ella se me había pasado todo el día, y ahora ya empezaba a anochecer, ya no tenía un sol al cual darle la espalda para seguir caminando, sin embargo y aunque no tenía idea de adónde iba me sentí retrasado, así que resolví caminar unas cuantas horas en la noche y luego hacernos un lugar para dormir, por lo que me tracé una ruta antes de que se metiera el sol y caminé. Llevaba ya un tiempo avanzando cuando escuche un ruido, como de motor, se iba acercando y canelo se inquieto mucho, así que nos ocultamos entre la arena a esperar, estaba caliente aún, pero no me importó, era mejor estar alerta, luego pasó…

Un camión de carga viejísimo era el que venía y sobre el dos personas de muy mal aspecto, flacos, la piel en jirones a veces con sangre fresca otras ya seca, pero al mirarles la cabeza me di cuenta que si habían sido humanos alguna vez, poco quedaba ya de ello, pues les faltaba ya parte de esta, sin ojos, se les notaban las cuencas del cráneo, asumí que se guiaban por el olfato, si es que aun existía en esta tierra de locos, se ayudaban los dos con una especie de báculo de metal, que brillaba en la oscuridad. En la parte de atrás del camión había personas las cuales no pude percibir bien, pero creo que eran personas obesas, y estos dos desgraciados los golpeaban mucho y se reían de ellos, todavía atrás del camión había personas sujetas a este, amarradas por las manos o por lo pies, de vez en cuando el camión aceleraba y todos caían, se les veía muy lastimados, algunos de ellos se golpeaban entre si y a ellos mismos, al ver esto traté de ocultarme más en la arena y el camión pasó frente a mi sin ninguna novedad, pero unos metros más adelante se detuvo.

Uno de los dos que venían arriba del camión pegó al techo y el camión se detuvo, haciendo una reverencia hacia donde yo estaba gritó -Somos viajeros en esta tierra de nadie, sabemos que estas aquí y vamos dando la espalda al sol como todos, si gustas forastero podemos llevarte, que no te asuste nuestro aspecto, aquí siempre hay lugar para uno más-

Al escuchar esto me asusté mucho y traté de tranquilizar a canelo y de no moverme , pero uno de ellos dijo –búsquenlo- y en ese momento bajaron dos personas de la cabina del conductor muy similares a los de arriba, solo que estos si tenían ojos, pero ninguno de los dos tenía ya la mandíbula, así que no hablaban, solo se limitaban a obedecer, se tornaron en cuatro extremidades y olfatearon el terreno, cada vez más cerca, hasta que… dieron conmigo.

Me puse de pie mientras me tomaban del brazo, canelo se puso muy agresivo y ladraba y trataba de morder a las criaturas que se le acercaban, me sorprendió nunca lo había visto así.

-Tranquiliza a tu animal o tendremos que matarlo- me gritaron desde el camión, y como pude lo calme y lo pegué a mi pierna, le dije que no se despegara de mi y eso lo tranquilizó un poco, pero estaba alerta.


El Camión

No sabía si lo que me habían dicho era una invitación o una amenaza, todos esperaban mi respuesta. Miré hacia el camión y observé. Todos los que iban en el camión eran personas obesas, unas más que otras, iban desnudas y me pareció ver que comían algo.

Después volví la mirada a los que estaban atados al camión y me acerqué, pero ellos no parecieron notarlo. Creo que ya llevaban mucho tiempo ahí, pues la ropa que traía ya estaba muy rasgada, algunos estaban desnudos o solo traían zapatos, su piel tenía un tono gris y se quejaban mucho y algunos se golpeaban.

Me atreví a preguntar:
- ¿Por qué están estas personas aquí?, ¿Qué han hecho para que se les trate así?

La persona que estaba sobre el camión y que me hizo la invitación contestó:
- No pienses que los obligamos forastero, estas personas pueden irse cuando lo deseen, todos están aquí por gusto. Mira sus cadenas.

Siguiendo hasta el final de sus cadenas me di cuenta, sus cadenas no tenían candado, solo estaban atoradas a un gancho en el camión. Eso me sorprendió, instintivamente me lance a soltar varias cadenas de aquel gancho - son libres, váyanse – les grité, pero ellos no hicieron caso, los empuje para que se dispersaran, pero ellos empezaron a empujarse unos a otros y a golpearse hasta que quedaron todos tirados en la arena.
Los hombres del camión se reían y me llamaban “héroe”

Poco a poco las personas arrastradas por el camión empezaron a levantarse y a colocar sus cadenas en el gancho otra vez. En ese momento la reconocí, Mariana estaba ahí, y como un relámpago recordé mi vida junto a ella.

Mariana había sido mi amiga desde la preparatoria, éramos muy unidos, pero tenía siempre una sombra de tristeza que la acompañaba. Con todo y eso pasamos los mejores años juntos, pero llegó la universidad y poco a poco me fui separando de ella. Yo hice una ingeniería y ella se dedicó a las artes plásticas, obteniendo muchos meritos por ello.
Fuimos frecuentándonos cada vez menos, un día me dijo que había encontrado el fin a sus tristezas, y con pesar vi sus brazos con cicatrices, pero no dije nada. Esa fue la última vez que la vi, meses después me enteré que había muerto por una sobredosis de heroína.

Me sorprendí al verla y le grité, pero ella no escuchaba, acercándome la tome del brazo, ella me miró y regresó con el grupo. Quite su cadena y la llevé conmigo, pero no hizo nada.

- Forastero, ¿Qué haces? ¿No sabes que ella es de mi propiedad?, Es mía – me dijo el hombre del báculo
- Es una persona, ¿Cómo puede ser tuya? – le dije indignado.
- Ella eligió
- Pues yo quiero llevármela – respondí furioso.
- Tendrás que darme algo a cambio

Ya estaba algo asustado y sabía que me pediría algo indispensable, así que suspire y pregunté

- ¿Qué deseas?
- Tu vida por la de ella

Me quedé callado, si decía que si, probablemente me quedaría ahí para siempre, y la miré, ¿realmente valía la pena hacerlo? Me acerque a ella y la tomé de la cara para que me mirara, besé su mejilla lentamente y ella me miró, sus ojos grises volvieron a tomar el color marrón de cuando vivía y su piel la misma de antes. Pareció reconocerme, una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios por un minuto, después otra vez sus ojos y piel gris y la mirada perdida.

Es ella, pensé, no sabía que hacer, tenía miedo y el dueño del camión me apresuraba diciendo – se nos va la noche forastero, únete a nosotros de una vez –

- Un momento – le dije

Hice un recuento de nuestras vidas y recordé que yo era el mejor amigo de Mariana, lo fui desde que nos conocimos, pero cuando me mostró su adicción yo callé y no dije nada. Como su amigo debí haberla ayudado, debí darle mi opinión, decirle que estaba mal y que debía buscar ayuda, pero no lo hice y me limité a ignorar sus llamados y evitar sus visitas. Tal vez quería ayuda, un consejo, o yo que sé. Simplemente no hice nada, me asusté como siempre lo hago cuando la cosa se pone difícil. Soy un idiota. Se la debo.

Abracé muy fuerte a Canelo y le dije – amigo, yo te libero de seguirme, tengo miedo pero lo haré, que tu pequeña alma descanse donde debe estar - Canelo me miró y amoroso me lamió la cara, pero no se fue, solo se alejó un poco como si observara lo que iba a ocurrir.

- Esta bien, mi vida por la de ella – le dije al jefe del camión
- ¿Y si ella decide volver con nosotros después?
- Esa sería su decisión, la de hoy, se la debo

Las cadenas y grilletes de Mariana se deshicieron como si fueran de arena. Y mientras colocaban en mí otros nuevos, vi como ella recuperaba el color de sus ojos y su piel, ya no era gris.

Comencé a sentirme aletargado y a caminar detrás del camión. Me invadieron una tristeza y una culpa infinitas, los peores momentos de mi vida pasaban una y otra vez, me sentí muy mal.
Con ganas de morir, no valía nada ya, lo mejor era que todo acabara de una vez por todas. Me miré las manos, mi piel era gris y mis ojos debían estar igual. ¿Qué me estaba pasando?, ¿Por qué me sentía tan mal?

Tuve deseos de golpearme, pero no lo hice, algo en mi interior era más fuerte que esa inmensa tristeza que me aplastaba, no podía dejarme morir así. Ligeramente me parecía escuchar que me llamaban como si estuvieran muy lejos, después escuché el ladrido de un perro, lejano también. Miré a los demás que caminaban junto a mí, nadie se miraba.

El camión aceleró fuertemente y caímos, escuché risas burlonas – el héroe se cayó – gritaban. Tanto lo hacían que empezaba a resignarme a las burlas, sentí que me golpeaban y me invadió la cólera, pero algo en mi interior me decía que no lo hiciera, que no me desquitara con estos desgraciados, que tratara de pensar, seguía escuchando que me llamaban.

Seguimos caminando toda la noche, me sentía muy cansado, vi el cielo y el sol estaba saliendo, fue cuando paramos. Acabábamos de sentarnos, cuando un hombre de los que iba conmigo se puso de pie, sacó su cadena del gancho al que estaba agarrado, se deshizo de lo que le quedaba de ropa y llorando subió al camión con los obesos. Estos al verlo, le tomaron, y como si fueran animales empezaron a morderlo y a comer su carne al tiempo que gritaba y lloraba.
Los dueños del camión reían.
El hombre del báculo bajó por el camión golpeando a todos y se acercó a mí, me tentaba.

- ¿Viste lo que acaba de pasar?
- Sí
- ¿No preferirías hacerlo tú también?
- No
- Vamos, se acabarían tus sufrimientos y todas las penas que te embargan, solo tienes que subir con ellos y olvidarte de todo.

Me sentía tan mal que lo pensé, era una opción, pero ¿qué pasaría después? Se supone que estoy muerto. Además tenía la corazonada de que no debía de hacer caso a ese hombre. Tenía que resistir.
Sentado en la arena volví a escuchar la voz, era más fuerte y los ladridos se acercaban. El hombre seguía hablando, pero yo solo me concentraba en la voz. Sentí algo dentro de mi, como un rayo, y la vi. Era Mariana que me llamaba, estaba con canelo, nos habían alcanzado y venían por mi, pero yo no sabía si quería irme, tenía miedo de ser libre ¿Qué haría después?, ¿Y si no resultaba? Me invadían muchas preguntas y temor.

Ella se hincó junto a mi – tienes que despertar, ven conmigo – me decía, pero yo no sabía que hacer, tenía mucho miedo, - si no te vas, yo me quedaré contigo – me dijo. Y todos rieron.
- Lárgate mujer, no vuelvas – le dijo aquel hombre del camión
- Es mi amigo y me quedaré con el, no voy a dejarlo – le dijo ella.

Me abrazó, - tienes que salir – me dijo, - todos los miedos que tienes y lo malo se puede superar, confía en mi – y lloraba. La miré, grandes lágrimas salían de sus pequeños ojos marrones. Otra vez sentí esa especie de rayo en el pecho, y por encima de mis temores y rencores, decidí sacar mis cadenas de aquel gancho.

- No, malditos amigos – Dijo el hombre con el báculo.

Cuando me solté del gancho sentí como si me hubieran quitado un peso muy grande de encima, ya no sentía miedo, ni dolor. Lo que no pude hacer en vida, lo hice en la muerte, me había perdonado a mi mismo y aceptado tal como era. Mariana me abrazaba y mis grilletes se deshacían.

El hombre sin ojos volvió a subir a la parte de arriba de camión, iba golpeándolos a todos y maldiciendo, después volteó hacia donde estaba yo y, haciendo una reverencia dijo – has jugado bien forastero, si alguna vez nos volvemos a encontrar, eres bienvenido a caminar con nosotros. Vámonos- gritó, y pegando en el camión con su báculo, arrancó el camión con su gente.

Era libre para seguir mi camino otra vez.


Mariana

Ya había amanecido y solo estábamos Mariana, canelo y yo. Nos miramos de frente y poco a poco se nos dibujó una sonrisa en el rostro. Nos abrazamos.
Empezamos a caminar otra vez d espaldas al sol.

- De todas las personas que hubo en mi vida, tenías que estar aquí
- Yo tampoco pensé encontrarte aquí
- Perdóname por no estar en los momentos difíciles
- Pero estuviste cuando más te necesite, justo ahora, y me salvaste
- Tú también estuviste ahí, si no hubiera sido por que me buscaste, creo que hubiera hecho algo muy estúpido

Ella me miró meneando la cabeza en señal de desaprobación.

- ¿Qué hubieras hecho? – Me preguntó - ¿Te habrías dejado comer por los demás?

Yo asentí con la cabeza y ella me explico:

- Recuerda que está muerto, y que no puedes morir, volverías a aparecer en cualquier otro lugar para volver a empezar, sin recibimiento y sin comida ni agua. Además, que te coman es muy doloroso.

La miré sorprendido, paramos de caminar y me paré frente a ella.

- ¿Tú lo hiciste?, ¿dejaste que te comieran esos desgraciados?- le pregunte. Ella sin hablar, solo afirmo con la cabeza.
- Dos veces, ya sabes que es lo que se siente tener esas cadenas en las manos, yo no lo pude evitar y preferí la muerte, después me di cuenta que no podía morir hasta encontrar mi lugar.

Mariana me explicó que ya llevaba algún tiempo ahí, que uno podía hacer muchas estupideces, pero, que a pesar de todo no perdía la esperanza de llegar a su destino. Con alegría me dijo que lo mejor que había hecho fue haberme buscado después que la salvé. Seguimos caminando.

Previniendo el futuro, y que en algún momento nos pudiéramos separar, ella me regreso mi pan y la cantimplora que me dio aquel hombre, y me pidió que la escuchara con atención.

- Aquí es como estar en el mundo vivo, hay animales, personas y cosas con no muy buenas intenciones. Algunos se les nota que ya tienen mucho tiempo deambulando sin encontrar su lugar, así que tienes que estar alerta. Hay cosas que solo son para uno solo y que los demás no pueden ver.

Si puedes ayudar a alguien en problemas, hazlo, pero no vuelvas a dejar que pase lo de hace rato, porque puede ser que no vuelvas a tener esa suerte.

Por último debes saber que tienes que caminar de espaldas al sol naciente, no cuando ya se esté ocultando, si caminas de noche, deberá ser en la dirección en la que el sol se mete en el horizonte.

Es más seguro caminar en el día que de noche, en ocasiones pasan cosas extrañas por la noche, creo que somos más vulnerables. - Y con su usual sonrisa, me dio un puñetazo en el hombro, al tiempo que me decía – Te apuesto que eso no lo sabías.

Me reí mucho, estaba contento de caminar con ella, y le pregunté que si los dos podíamos llegar al mismo lugar, o andar vagando juntos. Pero ella me respondió negativamente, me advirtió que el destino que nos toca es individual, y que podemos caminar juntos, pero que en algún momento tendremos que separarnos. Además me puso alerta explicándome que aunque no podemos morir, seguimos desgastándonos físicamente, de manera más lenta, y que no comer nos afecta.

Seguimos caminando sin hablar por un tiempo, y para romper el hielo le propuse que comiéramos algo, ella dijo que si, y paramos a la sombra de una roca enorme. Yo calculo que fuera mas o menos medio día.
Saqué mi pan y destapé la cantimplora ofreciéndosela, se negó.

- Anda, no seas tímida- le dije con una sonrisa
- No, ese pan es para ti, después lo lamentaras- me dijo
- Ya estoy lamentando que me desprecies, anda, solo un poco, para que no te “gastes” – le dije con una risita burlona

Ella tomó un pedazo pequeño y un sorbo de agua, se notaba aliviada. Nuevamente, como toda una experta, me dijo

– lo bueno de estos alimentos, es que poco es suficiente

Yo, viéndola con mi cara de incrédulo, me corté un pedazo de pan pequeño también y me metí entero a la boca. Al momento, una sensación de dulzura y satisfacción se extendió desde mi estomago a todo mi ser. Mariana me hizo un ademán para que tomara agua, y así lo hice. Sentí como todo mi cuerpo se hidrató, la sensación era increíble, estaba satisfecho, me sentía muy bien.

- Y no necesitas comer mucho para sentirte así – me dijo ella sonriente, al ver mi cara feliz – así que procura guardar alimento.

Como nos sentíamos muy bien, le propuse a Mariana descansar un rato en la sombra, ella se negó diciendo que debíamos de caminar mientras hubiera luz, pero le insistí tanto que accedió, así que nos acostamos y nos quedamos dormidos.

Desperté y Mariana ya no estaba, canelo seguía acostado junto a mi, y la roca que nos hacía sombra ya no estaba. Me levante de golpe y llamé a Mariana pero nadie respondió. Pensé que regresaría mas tarde, así que la esperé. El sol se estaba metiendo.

Esperando en la arena, pude observar algo. A lo lejos una silueta clara se movía en zigzag y se acercaba. Cuando pude verla con más claridad de que era una roca la que se estaba moviendo, creo que era la roca que nos hacía sombra ¡No podía creerlo!

La “roca” caminó mas y mas hasta que la tuve casi frente a mi, entonces vi que había algo abajo, no era una roca, era una especie de caracol gigante, y su caparazón era esa roca que nos dio sombra. Cada momento las cosas se iban tornando mas extrañas, Mariana tenía razón, debía estar alerta. El caracol gigante ni se inmutó con mi presencia y siguió su camino.

No sabía que hora era, pero ya había esperado bastante y ella no regresaba. Temía por ella, pero después de todo, creo que iba bien preparada. Tomé mis cosas y con canelo me puse a caminar hacia donde se había ocultado el sol.

Llevábamos poco caminando cuando vi a Mariana sentada en la arena abrazando a alguien más. Grité su nombre y corrimos hasta llegar junto a ella. Lloraba mucho al tiempo que le decía a aquella persona – Te perdono, claro que te perdono, pero no te vayas – me hinqué junto a ella y le pregunté que pasaba.

- ¿No la reconoces?, es mi madre – me gritó.

Era Celia, madre de Mariana. Ella me había contado que su infancia había sido muy tormentosa. Su madre era adicta al crack y constantemente entraba y salía de la rehabilitación, hasta que logró dejar las drogas y las sustituyó por el alcohol. Entonces empezó a golpearla.

Mariana tenía dieciséis años cuando la conocí, y faltaba constantemente a la escuela por las heridas. Una tarde, ella buscó a su padre y se fue a vivir con el. Hubo líos legales por la custodia, hasta que la madre perdió los estribos en pleno tribunal. Entonces fue decisivo.

Mi amiga se sentía culpable por no haber tratado verdaderamente de ayudar a su madre, ya que al igual que ella, se perdió en las drogas. Celia constantemente la buscaba en la escuela, en casa, donde la encontrara, para pedirle dinero y pagar sus vicios, lo hizo por años. Hasta que un día se negó, luego Celia trató de golpearla como cuando niña, pero no pudo, Mariana era ya una mujer adulta, así que amenazó con matarse… y lo cumplió. Se ahorcó un año antes de la muerte de Mariana.
No sabía que hacer, Celia parecía estar mal, tenía sangre seca por todo su cuerpo y solo repetía -¡hija perdóname!

- ¿Pero, que ha pasado? – le pregunté asustado a Mariana
- No se, desperté antes, vi que la piedra no estaba, así que decidí dar una vuelta para ver como estaban la cosas, y la vi. Se golpeaba con unas ramas, sangraba mucho, no la reconocí hasta que me acerqué y noté que se había amarrado algo al cuello y saltó tratando de ahorcarse. La baje como pude, trato de salvarla, pero creo que se va.

Estábamos desesperados sin saber que hacer, quisimos tapar sus heridas, pero algo estaba mal, Celia parecía vivir menos con cada respiro que daba.
Mariana viendo que a su madre se le iba la vida le dijo

- Antes de que te vayas, creo que debes dejar de atormentarte, éramos seres humanos en otra vida y me hiciste mucho daño, pero creo que es porque antes te habían dañado a ti. Debemos perdonar madre, ya no estamos vivas y todo lo que nos lastimaba, todo de lo que dependíamos ya no está, no hay dolor si no lo queremos.

Eres mi madre y te amo, te perdono absolutamente todo lo que me hiciste, y me perdono a mí. Así, también tú debes perdonarte para encontrar tu camino.

Anda mamá ¡Perdónate y vuelve a empezar en paz! ¿Qué dices?

- ¡Hija!, mi niña, Marianita, perdona a tu mala madre
- ¡Claro mamá! No lo digas más. ¡Te perdonarás a ti misma?
- Si… si, puedo hacerlo ¡Si tú lo haces, me perdono!, no más dolor para mi alma

Nos quedamos todos callados, no sabíamos bien que hacer, de pronto Celia dijo algo.

- ¿Qué es esa luz en el cielo?

Nosotros no veíamos nada, por más que volteábamos al cielo

- Mira qué hermoso es – decía Celia y señalaba al cielo – me está llamando, su calor es tierno – repetía una y otra vez.
-Debes ir mamá- le dijo Mariana – lo que ves es para ti
- Pero ¿No vas a venir conmigo?
- No mamá, no es mi tiempo todavía, pero tenlo por seguro, que nos volveremos a ver.
- Gracias

Y con esa palabra, dejó de respirar. Mariana lloraba mientras el cuerpo de su madre se desintegraba rápidamente fundiendose con la arena. La abracé y nos quedamos un rato sin hablar.

- Se que no es el momento, pero, ¿Podrías decirme que fue lo que pasó?

Mi amiga, ya más calmada, pero aún con los ojos rojos me contestó

- Yo tampoco sé muy bien, pero creo que ha encontrado su lugar
- ¿Por qué lo dices?
-¿Por qué creo que cuando pudo personarse a sí misma, vio algo que nosotros no pudimos ver, por eso de deshizo, así que pienso que ahora esta en paz
- Mujer, esto es extraño
- ¿Qué esperabas?, estamos muertos

Cuando dijo esto último me dio un empujón que me tumbó en la arena, mientras corría con canelo alrededor de ella. Noté una tranquilidad y una felicidad que no le veía hace años.

Me abrazó y después de un beso en la mejilla me dijo – te quiero monstruo- y me tumbó otra vez.

- Veo que te sientes bien- le dije con mi sonrisita
- Si- me dijo alegre – no sé que es pero estoy mejor que cuando vivía. Anda sigamos- me dijo.

Caminamos un corto tiempo en medio de la noche, hasta que dimos con un árbol enorme. Ella se quedó parada, se veía muy asombrada.

- ¿Qué pasa? – le pregunté
- El árbol
- ¿Qué tiene?, es enorme, y no debería estar aquí, pero que importa, es un lugar de locos– le dije sin preocuparme.
- El árbol es mío- me dijo asustada – yo lo pinté- susurro.

Empezaba a asustarme otra vez y callé, mientras Mariana me tomaba de la mano y nos acercábamos al árbol

- Es hermoso- me decía ella – No se porque está aquí, pero ¿Ves esa puerta en el tronco?, yo la pinte.

Algo debía estar mal, el árbol que yo veía era enorme, si, pero estaba completamente seco y no había puerta. Tuve un mal presentimiento y pregunté

– Mariana ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que volviste?- Aunque presentía la respuesta, no estaba de más asegurarme.
- Pues no lo sé, regresé en la noche – dijo todavía admirada por el árbol – creo que este es mi tercer día.

No sé porque pero las lágrimas se me salían solas.
Mariana no dejaba de hablar de lo que veía, los colores brillantes del árbol, la puerta, que ahora estaba abierta y despedía una luz cálida. Al no escuchar mi voz, volteó a verme, y lo supo.

- Es para mi ¿Verdad?

No pude hablar, tenía un nudo en la garganta, solo alcancé a asentir, ella también empezaba a llorar, pero se veía contenta, radiante. Me abrazó fuertísimo, besó mis mejillas – Por fin lo he conseguido, y antes de terminar el tiempo, no tendré que vagar más- me dijo, feliz y agregó

– Creo que lo volvería a repetir, si me encontrara contigo y mamá otra vez, ha valido la pena esperar. Te amo hermano, amigo mío, y deseo con todo mi corazón y mi alma, que pronto encuentres tu lugar. Vas muy bien, recuerda lo que te he dicho y se honesto contigo, ya verás que antes del tu tercer día encontrarás tu lugar. Estaré esperando.

Nos abrazamos otra vez y me besó en los labios – Siempre quise hacer eso- me dijo pícaramente. Abrazó a canelo y lo besó. Se incorporó y caminado hacia el árbol, la vi desvanecerse

Quedamos canelo y yo solos, en la noche, otra vez.

domingo, 21 de agosto de 2011

Cobarde

Hacia doce horas que caminaba solo y ya le parecía una eternidad. Ellos, sus amigos, habían sido derrotados por el cansancio, la enfermedad y el tiempo, y todo parecía indicar que no faltaba mucho para que el pasara por lo mismo. Podía sentir una especie de ardor en cada pisada que daba, acompañado de una especie de resbalón acuoso. Dio dos pasos y pensó: sangre. Prefirió no voltear hacia abajo y reanudó el paso. Sabía que no faltaba mucho para llegar a aquel oasis.


Aquel oasis que sus amigos y el tanto habían buscado desde que se estrelló el avión. Habían pasado ya dos meses desde entonces y de los siete que habían partido ya solo quedaba el, solo, vagando por las inmensas dunas, y esperando sin esperar que la muerte viniera por el como con los demás. Pensando en la inmensidad se dio cuenta de que no era la soledad lo que le molestaba, no era el sol que había quebrado sus labios y quemado su piel hasta el extremo, ni siquiera era el hecho de que llevaba dos días sin tomar agua. Era solo que se sentía un cobarde por haber dejado a su amigo herido en el avión, desprotegido. Y lo peor era que le prometió volver, a pesar de que, sabía que no lo haría. Y eso era algo que más que pesarle el cuerpo, le pesaba el alma. Es por eso que a pesar de que caminaba no esperaba nada mas que la muerte, lenta, oscura y dolorosa, digna de un cobarde como el. Harto de caminar, se sienta en una piedra a esperar, cierra los ojos y siente una brisa que lo libra ligeramente del calor. Mira a su derecha y le parece ver algo…

No puede evitarlo, las lágrimas corren por sus mejillas, sabe que puede ser otro espejismo, de esos que él y sus amigos pasaron viendo casi dos meses, cierra los ojos, respira profundo y se prepara para que sus ojos sean engañados otra vez. Pero no, dos pequeñas palmeras aún siguen ahí.

No sabe de dónde ha tomado fuerzas, pero corre, no le importa el dolor que hay en sus pies, ni el ardor de las lágrimas sobre su cara quebrada por el sol, debe de haber agua ahí, entre esas rocas y palmeras.

Hay agua, está feliz, ha olvidado todo su cansancio, piensa que aún hay esperanza para el. Se hinca delicadamente, mete sus manos, se estremece y moja su cara, sabe que es verdad, bebe, bebe como nunca en su vida lo ha hecho, está satisfecho.

Tumbado a la sombra de la palmera su mente vaga y reflexiona, recuerda a su amigo y la promesa que le hizo de volver, nunca había roto una promesa… hasta ahora. Se justifica pensando que probablemente ya no debía de estar vivo, por la herida, era muy grave. Además le había dejado la última ración de agua y un espejo de cara al sol, su última esperanza. No, debía sentirse culpable, finalmente se acepta a sí mismo, era un cobarde y no buscaría a su amigo, si es un cobarde, pero un cobarde vivo y con agua.

Cierra sus ojos y se dispone a dormir.

Los encabezados en los periódicos el día de hoy son los mismos, la noticia es increíble:

Se ha encontrado el avión que desapareció hace ya dos meses con siete personas a bordo, desgraciadamente solo hubo un sobreviviente, el cual fue inmediatamente operado de emergencia por una herida no tratada. Se reporta estable.

El sobreviviente ha declarado que los demás fueron enfermando y muriendo en la búsqueda de alimento y agua, hasta que solo quedaron él y su mejor amigo, una persona que él dice “fue un hombre valiente” y que gracias al espejo que colocó fue posible que lo encontraran por los destellos de luz que reflejaba.

Desafortunadamente aquel “hombre valiente” no logró sobrevivir, se menciona que salió como los demás a buscar agua y alimento, tenían la esperanza de encontrar un oasis, pero solo halló la muerte. Su cuerpo fue encontrado veinte kilómetros al norte, al parecer fue víctima del calor, el cansancio y la sed, se quedó dormido.

Los nómadas del desierto han mencionado alguna vez que las condiciones son extremas y que es muy fácil perder la razón si no se conoce el lugar, pues a la falta de agua y alimento, en comparación con el calor extremo provocan alucinaciones muy vívidas.

El único sobreviviente, el cual ha preferido el anonimato por lo doloroso de la situación ha declarado que le rogó a su amigo que se quedara, pero no quiso y decidió arriesgarse por el bien de los dos. Está seguro de que si hubiera encontrado un oasis habría regresado por el.

sábado, 18 de junio de 2011

Enferma

Estoy enferma de nostalgia, y no puedo más, me he auto recetado la luna en grandes cantidades para aplacar los síntomas, pero hoy hubo un eclipse lunar y me he sentido desesperada por escribir, no sirve.


Me senté muy callada y respiré tres veces, no, no ha salido. Sigo respirándola con mis pulmones.

Tatúe mi cuerpo con el momento de la vida a lagrimas ya secas, no funciona, cierro los ojos y el recuerdo sigue ahí.

Probé matar al corazón en tres maltratos: de mil palabras, de una tonada y de decepción. No ha servido, y enferma de nostalgia he tratado de sacarlo y aplastarlo con las manos, pero no puedo. Mis manos son mi corazón.

Pedí consejo a la tristeza que me dijo con ternura que la nostalgia la enfermó desde pequeña y hoy la corteja. Ella le adora y por momentos se enamora.

Como último remedio quise sacarme el alma desgarrándome la piel, quise quedarme en los huesos, quise dejar de ser, pero la sangre infectada fundida con los recuerdos, se metió, tanto y tan dentro, que hoy la tengo hasta los huesos y a veces sobre la piel.



Maldita sea, estoy enferma.

viernes, 18 de marzo de 2011

Una historia inusual

Esto lo escribí hace como 10 años tal  vez, espero terminarlo un día.

Era aún de madrugada cuando Josué y yo lo vimos caer desde el cielo, parecía que una estrella había decidido abandonar el firmamento, para caer en un lote baldío a dos calles de su departamento, que esa, como otras madrugadas había sido también mío.


Teníamos ganas de ir a ver, pero la escuela y posteriormente el trabajo llamaban a mi responsabilidad, así que me fui, dejando a mi compañero solo, para investigar algo que después yo también conocería.

Habían pasado dos horas desde entonces cuando Josué llamó a mi celular pidiéndome que viniera rápido. Conociendo el antecedente de la diabetes de aquel hombre, me apresuré a salir pensando en una emergencia. Cuál sería mi sorpresa al llegar y ver a un hombre dormido en el sillón y a mi novio velándolo en silencio.

Josué se acercó a mí con una sonrisa extraña y me preguntó si creía en los milagros, ante mi muda incredulidad se apresuró a contestar que hoy conocería uno.

Debo admitir que su mirada me asustó, no comprendía el porqué de su fascinación con aquel hombre, pero estaba dispuesta a averiguarlo.

El visitante al darse cuenta de mi presencia pareció inquietarse y cubriéndose con una cobija se puso de pie sin dejar de mirarme y sonriendo de manera extraña se despojó de esta y se puso de espaldas, grandes alas blancas salían de su tersa piel azulada y ligeras plumas de sus alas. No salieron palabras de mi boca, estaba asombrada y solo pude sentarme en una silla mientras seguía mirando al hombre alado y el mito se convertía en realidad.

Mi compañero me animó a tocarlo y yo sorprendida lo miré como si no lo conociera ¿Cómo podía estar tan tranquilo cuando un “ángel” habitaba en su casa? Viendo mí asombro y que no había pronunciado palabra me dijo –yo también me asusté al principio, pero si lo miras bien te darás cuenta de que es muy similar a nosotros-. Por un lado tenía razón, así que traté de tranquilizarme, me puse de pie y me aproximé al hombre alado, que para ese entonces ya estaba de frente y me miraba fijamente, tomó mi mano y la puso en su cara al mismo tiempo que ponía su mano en la mía, no sé porque, pero me pareció escuchar una voz, -quédate conmigo- me decía. -¿Qué dijo? Pregunte mirando a Josué, -nada, yo no escuche nada- dijo extrañado, -es que me pareció… - dije insegura, después de pensarlo le hice una pregunta directa al alado, -tú, ¿tienes nombre?- , él se señaló y solo dijo una sílaba –Set-, aquel ángel que solo imaginábamos en oraciones, leyendas y alguna que otra droga psicotrópica, tenía nombre y así lo llamamos hasta hoy.

viernes, 25 de febrero de 2011

Muero porque no muero

Sucio, muy sucio. Había caminado hasta donde sus pies lo habían permitido, entre espinas, entre lodo, pero no había salvación, su alma aún era de hielo y amenazaba con invadir varios órganos, los pulmones, el hígado, corazón y cerebro, estos serían los últimos que harían que su vida terminase con insoportable dolor. Pero el dolor, -jaja- el dolor no le importaba, hacía ya mucho tiempo que el dolor era parte de su vida cotidiana, al despertar y al dormir, ya no sabía específicamente que era lo que le dolía, solo sabía que tenía dolor y la costumbre le había hecho no adaptarse, sino aceptarlo, solo así podía seguir viviendo.


Respiró lenta y profundamente, lejos de la resignación se sienta en el suelo para pensar. Se mira sus muñecas, hay muchas cicatrices en ellas, -intentos fallidos de llegar al paraíso- diría el, y a cada intento casi sentía que lo lograba, pero algo pasaba, extrañamente alguien quería que siguiera con el sufrimiento terrenal, malo para el, pero algún día conseguiría burlarlo y se liberará y entonces no mas dolor, no mas cárcel, no mas muerte, ni vida.

De pronto una imagen llegó a su mente, si, ya estaba todo resuelto, volaría, no había pierde ni retorno, por fin se liberaría, esbozó una sonrisa y se acostó en el suelo, a dormitar y dormitar y dormir… y morir, de cansancio. La vida le daba la espalda y la muerte la bienvenida, finalmente el alma se había calentado, no más hielo, el alma caliente, inmensa, derretida descansa, se condensa, da la vuelta, hace presión y se escapa como el aire, rápida como el viento, para caer finalmente en otro cuerpo, uno tierno, nuevo e inocente, aún no define el dolor y pasará mucho tiempo antes de que lo sepa de verdad, que suerte, la muerte me llama y la vida me arrebata, tal vez alguna vez me guste todo este proceso, mientras “muero porque no muero”.

jueves, 10 de febrero de 2011

Amor y odio

Haciendo uso de memoria, recuerdo que estas muerto, que traté de salvarte de todas las maneras posibles, pero tú ya sabías que debías de morir ese día y te aferraste a ello, no me quedó otra que robar tu cuerpo, es posible que no pueda tenerte en vida, pero bien puedo tener tu cuerpo.
No se quien fue el idiota que se le ocurrió decir que eso era ilegal, que iba en contra de la naturaleza, si el corazón no se fija en esas cosas, mi amor pidió tu cuerpo y tu cuerpo le di, aunque sea postmortem, ahora soy feliz, no tienes que ir a trabajar y estas todo el día en casa, ya no me engañarás con cuanta mujer se te ponga enfrente, digo, ¿qué carajos les vas a dar?, pero yo no te amo solo por el sexo…aunque uno siempre se las puede arreglar
Ahora ya no te interesa el fútbol, ni tomar cerveza con los amigos, nada de eso es importante ya, ahora ya no me golpeas cuando me enfurezco contigo, puedo gritarte lo peor que se me ocurra y tu, silencioso, se que estarás pidiéndome perdón como en el día de tu muerte

Si tan solo pudiera dejar de odiarte